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  Alfonso VI,el de la mano horadada
 

ALFONSO VI,EL DE LA MANO HORADADA



   Alfonso VI, huyendo de su hermano Sancho II, después de escaparse de su prisión en el monasterio de Sahagún, vino a refugiarse con el rey moro de Toledo. Al-Mamum, el cual le acogió de corazón y le ofreció para su residencia el Palacio de Galiana, en la ribera del Tajo. Entre ambos reyes hubo un acuerdo: el moro le proporcionaría lo necesario durante su estancia en la ciudad tanto para él como para los compañeros que lo habían acompañado, y el cristiano juró serle leal, no salir de los limites de la ciudad sin su permiso y ayudarle en lo que necesitase.
   Alfonso llevaba una vida tranquila y desahogada. Sus principales diversiones eran la caza, a la que salía frecuentemente por los montes cercanos; el paseo por la frondosa ribera del río y la charla con los principales y más cultos hombres de la corte del rey moro de Toledo, amén de los torneos, fiestas y entretenimientos que se suscitasen. Su estancia en este palacio era altamente placentera, aunque sus inquietud por recuperar el reino perdido no lo abandonara nunca.
   Cierto dia Al-Mamum acudió al palacio que habitaba Alfonso, invitado por éste a una comida. Tras la comida la conversación derivó hacia la ciudad de Toledo. Se ponderó su fortaleza e inexpuznabilidad. Estaban hablando sobre el tema, cuando Al-Mamum se levantó pensativo y con el rostro lleno de preocupación salió al jardín. Tras él salieron sus consejeros y cortesanos más íntimos,  como era la hora de la siesta y hacía calor, se sentarón en la sombra de unos árboles, sobre la hierba. Continuaron con la conversación interrumpida anteriormente y se suscitó una controversia y amigable discusión. Mientras la mayoría afirmaba la imposibilidad de que Toledo fuera tomada nunca por la fuerza , había otros que discrepaban de esta rigurosa afirmación y aducían que sería posible la captura de la capital cortandole el abastecimiento por algunos años seguidos, quemando los campos sembrados de cereales, los viñedos y los arbolados que rodeaban la ciudad. Al fin asistieron todos; pero llegaron a la conclusión de que esto sólo podría hacerse a costa de una grandísimo ejercito de soldados y de un gran gasto de dinero.
   Mientras esto ocurría, Alfonso, al encontrarse solo, salió al jardín y, escuchando la conversación que tenían sus invitados moros, se dirigió a una zona proxima donde se tumbó como si estubiera dormido, tras unos arbustos que impedían, que le descubriesen, pero desde donde podía escuchar la conversación perfectamente. Por cierto que óyo todo lo que decían y lo conservó en su memoría para un tiempo posterior.
   Terminando la conversación entre los musulmanes, Al-Mamum se levantó para dar un paseo y vío Alfonso tendido en la hierba, durmiendo, o así lo parecía. Recordó la conversación mantenida con los suyos  y vío la cercanía a la que se encontraba el monarca castellano del grupo que ellos formaban y le entró la sospecha de si verdaderamente estaría dormido y si habría oído todo lo que habían hablado. Para comprobarlo y conocer la verdad, se le ocurrió mandar en voz lo suficientemente alta para que Alfonso lo pudiera oír si estaba despierto, que le echasen plomo derretido en la mano que tenía extendida
. Si Alfonso lo oyó o no, es un misterio, pero la realidad es que no se movió en absoluto. Trajeron el plomo y un fuego en el que lo derritieron. Sólo en el momento en que cayó en su mano, horadándola, fue cuando el rey castellano dio muestras de despertar, lanzando un fuerte grito de dolor. Esta actitud del monarca castellano infundió tranquilidad en el ánimo de los musulmanes. Desde ese momento se conoce Alfonso VI con el sobrenombre de " el de la mano horadada".
  Este sufrimiento le sirvió para, años más tarde, cuando ya Al-Mamum había muerto y sus juramentos y promesas no le obligaban, conquistar la ciudad de Toledo, joya de su reinado.
 
 
   
 

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